¿Qué es lo que soy para ti, si no más que un amigo enamorado de tu ciencia, de tu luz y de tus manos?

Sí. Mientras ella esté aquí, menos mal, la podré ver a cada momento. ¿Pero que haré mañana cuando se la lleven y me quede solo?

Disto mucho de ser un literato, como ustedes han de comprender; pero no importa, quiero decirlo todo como lo entiendo. Y lo verdaderamente horrible para mí es que lo entiendo todo.

Eso es malo, que soy un soñador. Tenía bastante material para nutrir mis pesadillas. En cuanto a ella, pensaba que podría esperar.

Por mi parte me he esforzado de salir del silencio, aunque nuestra conversación era apacible. Ninguno de los dos hacía nada por mostrarse efusivo. Esto respondía a mis planes de “darle tiempo”, que consideraba esenciales.

Le dije sin rodeos que en todo el invierno no había hecho más que acariciar la certeza de su amor… Ahora, otra vez las habitaciones desiertas y yo en mi soledad.

Y el péndulo del reloj, terco en su tic-tac, sin importarle el tiempo. No hay piedad y eso es vergonzoso.

¡Abrázame, más, más fuerte, hasta que exhumes el vicio de mis pulmones! Con tus abrazos me ayudarás a expulsar la piedra que atora mi garganta, donde mis palabras mueren.

 

En la costa del golfo, a mis veintitantos.

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